En un recóndito lugar
A medida que vas profundizando
te alejas del ojo que todo lo
controla,
de los besos dados con desidia
y, también, de la estrechez del
sexo por piedad.
Tu mente espontánea, libre de
todo shock,
aparta a las rémoras de lo
espiritual inerte,
y el peligro a ser mentida se
queda en una encrucijada,
como falso acicate, sin hallar a
quien trastornar.
Te cubre el manto de la Noche,
y sin temor a ser olvidada o
violada
te metes en un corazón que late
por amor
y, a cada latido, te alejas de
ese mal dolor
que causa cualquier
insatisfacción
en una ilusión compartida
que apenas se adorna de fantasía,
y te revuelcas en la pasión cual
gata en celo.
Nadie te pregunta de dónde vienes,
si de un cielo líquido o de un
verdadero infierno;
te abres de par en par a lo
desconocido
y vibran los tejidos de tu
cuerpo.
Muy lejos de donde duermes sin
soñar,
para ti, llegó el instante
deseado
de tener sendos orgasmos,
ahora y cada vez que las rosas se
abran a tu alrededor.
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