En Amsterdam

Por la sensación de impotencia
él, que se siente herido, te anunciará,
los cuatro elementos en tu fortaleza,
ganando juicios, al fin los tendrá.

Tú eres carismática, musa y dinamitera
y él, bajo riesgo de alteración,
el que pone precio a tu belleza
y hace grande su billetera.

Y como que lees en las mentes
tú le salvas la vida sin más condición.
Enseñarle que, por esa cansina sensación
de su ego, nadie le tendrán clemencia.

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Mujer que montada en bicicleta
huye del tedio y la frialdad. Mujer deshecha,
que, a la noche, vive satisfecha,
colmada de cuanto suma un goce
mediante suceso accidental,
y cuya sorpresa es el origen de la vida
o perderse en Amsterdam.
Y a fondo va,
y a despojarse de su piel,
apasionadamente traslimitada
por esa sustancia extraída
que alimenta sus sentidos;
y un Sol que no la deja ver
la cara de quien la ama.

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Es la habitación de la amiga,
un beso prolongado y un acervo
de caricias y le abres las puertas,
una hora, y te contagia
el temblor de su cuerpo.

Es la intimidad de la amiga;
un sarcasmo derivado del amor
son sus bienvenidas,
un beso que te borra la conciencia,
y un color cuando te llena con el polen de su flor.

Todo para ella, nada para ti:
el placer de tu pene a sus piélagos oscuros
donde esperan otros amantes,
en el círculo del anonimato,
a ver qué cae del Infierno de Dante.

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Tu boca con la risa desatada,
el escándalo de una carcajada

Hora feliz y calidez.
Tu lengua arde,
cuece la solución
para compensar males
y quitarnos las cataratas.

Tuya es la avidez
que adivinas el futuro
de nuestro vandálico afán.
y nos engañas,
lo pintas oscuro.

Sin timidez
tus palabras son el fuego
que arrasa las mentiras,
y ya no hay agua bendita
que apague tus incendios.

Tu boca no se calla:
dale verso la palabra.

Mikel Luna 20/07/16 Amsterdam