Las hijas de la venganza
Zaheridas y desprestigiadas,
día
a día
escupidas
y apedreadas,
las
mujeres sienten la injusta necesidad
de
pasar otra prueba de vida,
una
calamidad más a superar
que
las mantiene en vilo.
Y
ya están hartas de sacrificio
o
de criarse para el degüello.
Esclavos de la violencia ellos,
inseguros
de sus propias reacciones,
sudan
tinta roja cuando, a sus esclavas,
la
luz las intensifica llenándolas de emociones;
sus
cuerpos de cera,
lánguidos
y tristes, se hacen visibles, y sus caras
se
derriten en una sola expresión, se animan.
Y
por fin, revelando su voluptuosa fisonomía,
se
alzan cargadas de venganza.
Sí,… dejan de someterlas
porque
ya no hay quien las enjuicie,
no
hay dios que las encauce,
ya
nada las preocupa: no se dejan maniatar,
ni
abiertas de piernas
son
túnel por donde pasen los trenes;
no
asumen ningún hecho de sus deudores,
quieren
satisfacción y la tendrán…
Ellas, por sus vidas, forman remolinos y eses.
Mikel Luna 13/12/15 Amsterdam