En ningún reloj
En la hora postrera
estaremos
escuchando la 5ª sinfonía
con
el ánimo frío y la conciencia inquieta,
tú
y yo, aferrándonos a la vida;
extranjeros
en otro mundo,
bienvenidos
o rechazados
seremos
los testigos
de
cómo nos pintan el retrato póstumo de lo vivido.
Un fuego saldrá de nuestros ojos.
Velaremos
por las almas huérfanas
a
sabiendas de lo inútil que resulta una plegaria;
ángeles
marmóreos y vírgenes pétreas
nos
harán compañía.
Ulterior
a la muerte una iniciación:
aprenderemos
de la astucia y la cautela
y
abogaremos por una transición segura.
En estado de gracia yo estaré a tu lado
y
tú permanecerás inmune al paso del tiempo.
Y
sabrás quien es el osado
que
plantea, a certamen, una cósmica revolución
y,
adrede, hace méritos inmoderados
para
que las furias y los espectros del Tártaro
encuentren,
en ti y en mí, a sus mayores adversarios.
Ese
día la hora postrera no la dará ningún reloj.
Mikel Luna
08/01/2016
Tu poema es la pura constatación de que no hay reloj que pueda medir el tiempo que dura el amor eterno. Hermoso y potente como siempre. Muchas gracias!
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